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El SAT... ¿Amigo e enemigo?

Cuando tuve mi primer empleo formal y recibí mi sueldo, me sentí la persona más poderosa del mundo, ¡por fin tenía dinero propio! Pero la felicidad no duró tanto, porque tan pronto como llegó el pago, apareció el SAT.


De repente, entre la emoción de ver mi nómina, notaba deducciones y términos como "ISR" o "RFC", así que solo pensaba "¿Qué es esto?” “¿Me están quitando dinero?” “¿Voy a terminar en la cárcel por no entender algo de impuestos?”.


Es normal sentirse así, ¿verdad? Creemos que los impuestos son cosa de adultos más grandes o empresas solamente; pero la verdad es que, desde que tienes tu primer trabajo formal, el SAT ya te observa (en el buen sentido, tranquilo).


Lo bueno es que no es tan malo como parece, además, entender los impuestos es parte de crecer y tomar el control de tu dinero. Así que, para que no te pase como a mí y andes con mil dudas, aquí te cuento mi experiencia y algunos consejos para que el SAT ya no te espante.


¿Qué es el SAT y por qué me “quita” dinero?

Mi primer error fue ignorar al SAT; pensaba que, si no lo veía, no existía. Pero la verdad es que es el Servicio de Administración Tributaria, es la entidad que recauda los impuestos. ¿Y por qué los recauda? Para que el gobierno tenga dinero para servicios públicos: Escuelas, hospitales, carreteras, etc.


Al principio, cuando veía mi nómina, me asustaba la cantidad que me descontaban por Impuesto Sobre la Renta (ISR). Sentía que era un robo, pero entendí que el ISR es un porcentaje de lo que ganas y que es una obligación de todos. Mi empleador ya me lo descontaba automáticamente, así que ya no tenía que hacer yo la cuenta. Es un paso inicial para que no tengas que preocuparte tanto, aunque después te darás cuenta de que hay más cositas.


El RFC

La primera vez que me pidieron mi RFC (Registro Federal de Contribuyentes), pensé que era algo muy complicado, ya me sentía una empresa. No tenía idea de que yo, como persona física que trabaja, tenía uno. Me di cuenta de que es como tu INE, pero para el SAT; es tu identificación para cualquier trámite fiscal.


Sacarlo es sencillo: Puedes hacerlo en línea o en una oficina del SAT (aunque para eso hay que sacar cita y tener mucha paciencia). Una vez que lo tienes, es el inicio de tu vida fiscal.


Declaración anual

Al principio, la idea de la declaración anual me sonaba a que tenía que declarar mi amor a alguien cada año; aunque en realidad es como un resumen de tus ingresos y gastos durante todo el año fiscal (que generalmente va de enero a diciembre). Este documento, le informa al SAT cuánto dinero ganaste, de dónde lo obtuviste y también los gastos que hiciste, además de cuáles de estos son deducibles. Es como rendirle cuentas al SAT para que ellos confirmen si pagaste lo justo de impuestos, si te pasaste y te deben devolver dinero, o si te faltó y tienes que pagar un poquito más. Aunque en realidad no siempre es obligatorio si eres asalariado y tu empleador ya te retuvo todo (aunque hay excepciones).


Pero regresemos a lo más interesante, que son los gastos que puedes deducir (como honorarios médicos, dentales, intereses de créditos hipotecarios, colegiaturas, etc.), que, si superan ciertas cantidades, el SAT te puede devolver una parte del ISR que ya pagaste. Yo no lo sabía y perdí la oportunidad en mis primeros años. La clave es pedir la factura cuando hagas un gasto deducible. Aunque recuerda, no todas las compras son deducibles, así que hay que investigar cuáles sí.


Y por último… ¡No tengas miedo!

Si algo aprendí con mi primera interacción con el SAT, es que el miedo viene de la ignorancia. Cuanto más entiendes cómo funciona, menos te asustas y más puedes aprovecharlo. No es alguien que te quita dinero, solo es una institución que, al entenderla, puede incluso beneficiarte.


Así que anímate a investigar y preguntar, ya no dejes que el SAT sea un misterio. ¡Dale like a este post si te ayudó a entender un poquito más sobre el SAT y perderle el miedo!

 
 
 

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